sábado, 22 de agosto de 2009

Disculpá, tu vida te está esperando


Lynn Grabhorn

Muchos de nosotros llevamos mucho tiempo en la búsqueda por encontrar la felicidad en la vida, devoramos libros sobre el pensamiento positivo, autoayuda y motivación personal. Pero, si en ellos estuviera encerrado el secreto de una vida de abundancia y dicha total, ¿seguiríamos comprando nuevos títulos? Desde luego, algunos se acercan más a darnos las claves para alcanzar esa «buena vida», un tanto esquiva, pero no nos han convertido en verdaderos triunfadores; en nuestras vidas, no ha habido grandes cambios. Pensamos que «tal vez era el libro equivocado», entonces probamos con otro. O lo intentamos con otra religión, otro tipo de meditación, otro guía, otro psíquico, otro médico o, quizá, otra relación esperando en cada nueva opción que ésa sea "la buena".

Tratamos de alcanzar de todas las formas posibles, en todas partes, alivio para el tedio y la lucha por la vida cotidiana; y, sin embargo, la mayor parte de nosotros continuamos en la búsqueda. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que no hayamos encontrado el secreto de llevar una buena vida, sin importar lo que eso signifique para nosotros? ¿Cómo es que continuamos «rasgándonos las vestiduras» para obtener lo que deseamos, si desde siempre la clave para hacer realidad nuestros deseos ha sido tan elemental como la vida misma?

Se ha planteado la invitación a ver la vida con una manera diferente de enfocarla, con una nueva conciencia, cambiar las viejas creencias, que las cosas llegan por un golpe de suerte, buena o mala, por accidente o coincidencia, o porque te has dedicado a «picar piedra», que para obtener algo que valga en la vida requiere gran cantidad de esfuerzo y muchas veces acompañada con sufrimiento. Sin embargo muchos se encuentran con que no ha cambiado nada. Como si Dios dijera tú si, tú no. Pero la pregunta flota desesperadamente en el aire ¿Qué falta?

Esa tontería de la «condición humana»

¿Alguna vez te ha parecido grotesco que nuestras vidas sean tan difíciles, aunque seamos tan talentosos? Aquí estamos, esta especie tan inteligente, capaz de desintegrar átomos, de volar a la Luna y crear a los Picapiedra; y sin embargo, todos andamos corriendo de un lado a otro, sufriendo ataques al corazón o muriéndonos de hambre. Eso no tiene sentido. ¿Cómo nos metimos en este lío? ¿O se trata, simplemente, de la condición humana?

Todo empezó de manera inexplicable, hace una eternidad, con la primera declaración falsa de aquellos que deseaban el poder, quienes proclamaban que nuestras vidas giraban en torno y eran resultado de circunstancias sobre las cuales no teníamos ningún control, incluyendo ser dominados por otros. Puesto que esto es lo que todos creyeron durante una eternidad, es lo que seguimos creyendo en la actualidad.


Así es como nuestros padres, antes de nosotros, y los suyos antes de ellos, y sólo Dios sabe hace cuántos cientos de años, hemos luchado, nos hemos esforzado y nos hemos atormentado, hasta morir antes de tiempo a causa de las exigencias innecesarias de la vida. Creemos que todo eso forma parte de la condición humana, de la desafortunada aflicción que hemos dado en llamar «realidad». Pero la condición humana es un mito y, por tanto, también lo es eso que llamamos realidad. La verdad, en simples y sencillas palabras, es que nosotros tenemos la sagrada habilidad de manejar eso que llamamos «nuestra vida» para que sea lo que queramos que sea. ¡De cualquier modo! ¡Sin que importe nada! Desde una familia feliz hasta la capa de ozono.


Entonces, ¿por qué no han servido de mucho los millones de libros que se han publicado sobre cómo tenerlo todo, cómo hacerle para volverse rico o cómo visualizar el camino hacia el éxito, y cómo, mediante el pensamiento positivo, lograr salir por nosotros mismos del lío en que estamos metidos? ¡Muy sencillo! Todos esos libros dejaron fuera la clave más importante para lograr todo en la vida: ¡Creamos al tener congruencia en el sentir, no sólo en el pensar!

Esto es cierto, logramos lo que tenemos por la forma en la que sentimos, y no tratando de poner las cosas en su lugar o de controlar nuestra mente. Todo accidente automovilístico, ascenso en el trabajo, amante sensacional o desastroso, cuentas bancarias llenas o vacías, nos llegan por medio de la más elemental ley de la física: "Lo semejante atrae a lo semejante". Y como por lo general no sentimos gran entusiasmo por lo que hemos tenido al alcance la mayor parte de la vida, nos hemos vuelto verdaderos maestros, dotados en el arte de atraer hacia nosotros circunstancias que preferiríamos no tener. ¿Quieres un automóvil nuevo? ¡Lo puedes tener! ¿Quieres trabajar con éxito por tu cuenta? ¡Puedes hacerlo! ¿Deseas cerrar ese negocio? ¿Ganar más dinero? ¿Tener una relación fuera de serie? ¿Vivir sin temor? ¿Llevar una vida espiritualmente satisfactoria? ¿Gozar de buena salud? ¿Disfrutar de tu libertad e independencia? Puedes tenerlo, si sabes como atraerlo a tu vida.

La Ley de la Atracción -lo semejante atrae a lo semejante- es absoluta y no tiene nada que ver con las personalidades. Nadie vive al margen de esta ley porque es la ley del universo. Lo que ocurre es que no nos habíamos dado cuenta, sino hasta hace poco, de que esta ley se aplica también a nosotros. Ésta es la ley que está detrás del éxito o del fracaso. Es la que nos resguarda o nos lanza a la fatalidad. En pocas palabras, la que domina cada momento de alerta en nuestra vida. Así que si queremos que nuestra vida dé un giro considerable y que haya en ella más abundancia, salud, seguridad o felicidad de cualquier tipo, sólo tenemos que aprender la mecánica para manejar nuestra conexión interna entre la mente conciente, subconsciente y poder superior y un universo de abundancia se abrirá ante nosotros para poder pedir lo que anhelamos.

Todo en este mundo está hecho de energía: tú, yo, la piedra, la mesa, el pasto. Y como la energía es vibración, eso significa que todo lo que existe vibra. ¡Todo! Incluyéndonos a ti y a mí. Los físicos de nuestra época han llegado finalmente a la conclusión de que energía y materia son la misma cosa, lo que nos lleva de regreso al punto de partida: todo vibra, porque todo -visible o no- es energía. Energía pura, vibrante, de flujo continúo. Pero aun cuando sólo hay una energía, ésta vibra en formas distintas. Tal como el sonido que surge de un instrumento musical, hay energías que vibran con mayor rapidez (como las notas altas), que provienen de frecuencias altas, y otras que vibran en forma lenta (como las notas bajas), procedentes de frecuencias bajas. No obstante, a diferencia de los tonos de un instrumento musical, la energía que fluye de nosotros procede de nuestras más profundas emociones del subconsciente, para crear patrones de energía de ondas electromagnéticas altamente cargadas, lo que nos convierte en imanes vivientes las 24 horas del día, muy poderosos, pero volátiles.

Eso está muy bien, pero, ¿a quién le importa? Bueno, si quieres descubrir por qué has estado luchando tan duramente toda tu vida, ¡te interesará saberlo! Si quieres saber cómo cambiar tu vida para que se vuelva exactamente como tú quieres que sea, será mejor que te importe, porque las vibraciones electromagnéticas que envías cada segundo de cada día son las que han producido -y continúan produciendo- , todo lo que te ocurre, grande o pequeño, bueno o malo. ¡Todo, sin excepción!

sábado, 15 de agosto de 2009

¿Activás tu conciencia? ¿Desactivás tu sufrimiento?

"Estoy harta de sufrir. He hecho terapia por veinte años y estoy igual… o peor. Ya no sé qué hacer. Estoy cansada”. Una mujer me decía esto en su primera sesión. Es bastante común en estos tiempos. Ahora que la Tierra está siendo iluminada por nuevas energías, nos sentimos empujados a despertar de la inconciencia del Ego. La mayoría de las terapias psicológicas se centran en el Ego y, al hacerlo, lo refuerzan.Como mucho, modifican algunas variables, pero siguen atadas a su poder. Como bien dijo Einstein: “los problemas no pueden ser solucionados en el mismo nivel en que fueron creados”.

El Ego es una construcción del pasado y lo revive en cada instante. Ha creado distintos juegos y tiene una inercia propia que no nos precisa para continuar. Suena extraño, pero así es. Nuestro Ego no nos necesita. Simplemente, reacciona de la misma forma a cualquier estímulo que le recuerda a una situación o persona del pasado. Una serie de ideas son disparadas ante algún pensamiento, que son nutridas por el fuego de las emociones: “él me miró raro cuando dije que no entendía; yo nunca entiendo nada; soy una tonta; ya papá me lo decía cuando iba a la escuela; no importa cuánto me esfuerce; siempre seré estúpida; no soy como los demás; no tendré oportunidades de salir de aquí; mi vida es una porquería; soy tan infeliz”. Miles de pensamientos como estos nos gobiernan cada día. Tenemos discos rayados que tocamos una y otra vez. Lo mismo sucede con las relaciones: nos dicen o hacen algo e inmediatamente, como un dominó, caen las fichas de los últimos incidentes hasta los primeros. Y, si lo siguiéramos, seguramente terminarían en nuestros padres (y hasta en vidas pasadas, si quisiéramos investigar más).

¿Cuál es el alimento del Ego? El sufrimiento. Es evidente que todos hemos pasado carencias, agresiones y sucesos difíciles en la infancia. Allí , creamos una historia triste y desgraciada con la cual nos identificamos y seguimos renovando en la vida adulta. Cuanto más sufrida es la historia, más grande es el Ego. Se revuelca a sus anchas en sus propios chiqueros de dolor y busca asociarse a otros para fortificarse.

Identificarnos es la palabra clave. Creemos que somos el Ego. ¿Acaso alguien nos enseñó otra cosa? Yo soy mis pensamientos, mis emociones, mi cuerpo, mis palabras, mis propiedades, mis relaciones… mi, mí, mío. Nos identificamos con lo que tenemos, porque todo pasa por la posesión. La base del Ego es la insatisfacció n: nada ni nadie es suficiente. Cuanto más tengo, más necesito porque el Ego desea desear, no lograr.

Incluso cuando estás en un proceso de terapia o de búsqueda espiritual, vos quierés ser otro, ser más, ser mejor. Eso también es del Ego. Te fuerzas a vos mismo a fin de seguir en carrera. Nunca hay paz. Paradójicamente, lo que sos no lo necesitás conseguir pues lo sos. Ningún lugar adonde correr o refugiarse: vos ya sos.

Quizás, escuchas voces en disonancia: “¿cómo?, si yo soy tal cosa, si me falta tanto, si estoy tan (lo que sea), no soy nadie”. Eso es Ego. Vos ya SOS. ¿Cómo contactarlo? Estando presente, desactivando el poder del Ego.

La única forma de hacerlo es no reaccionar, es crear un espacio de observación en el cual puedas percibir los múltiples disfraces, las mil voces con que te identificas. Acepta lo que sentís lo que pensás. Si lo peleás, lo reforzás. Si lo explicás, lo continuás. Sólo observalo. Distinguí los patrones que te dominan. Date cuenta los aprendizajes. Respíialos y disolvelos en la comprensión y la compasión. Apreciá la paz y el amor que surgen de tu esencia, de lo que sos.

Tu conciente y amorosa presencia es lo que necesitás para liberarte del sufrimiento y de las consecuencias de lo creado bajo la prisión del Ego. Y es, a la vez, la auténtica fuente de libertad porque sólo se puede elegir cuando tenés conciencia. Si no la tenés tu Ego sigue imponiéndote sus dolores y juegos. Despertá a tu verdadero Ser. Unite a la Conciencia Universal y todo lo serás y todo lo tendrás. Laura Foleto