Gracias al poder de Dios en nosotros
disfrutamos de salud y plenitud
Tenemos una chispa de divinidad
en todos nosotros.
Una luz sanadora que vivifica
cada célula, tejido y órgano
de nuestros cuerpo-templos.
Así como una chispa
ilumina la llama de una vela
dando luz a una habitación,
así la chispa de la divinidad
enciende en nosotros
un poder sanador
que no conoce límites.
Es activa, vital y poderosa,
obra en nosotros todo el tiempo
y es parte de quienes somos.
Visualicemos que
ese poder sanador divino
nos llena y nos fortalece
en mente, alma y cuerpo.
Y nos vemos sanos.
Respiramos profundamente,
soltando al exhalar
las toxinas de nuestros cuerpos.
Mantenemos en nuestras mentes
solamente pensamientos
que afirman nuestra vida.
Al hacer estas cosas y más,
somos Uno con la
Luz Sanadora de Dios
que nos renueva y revitaliza
constantemente.
Tenemos una chispa de divinidad
en todos nosotros.
Una luz sanadora que vivifica
cada célula, tejido y órgano
de nuestros cuerpo-templos.
Así como una chispa
ilumina la llama de una vela
dando luz a una habitación,
así la chispa de la divinidad
enciende en nosotros
un poder sanador
que no conoce límites.
Es activa, vital y poderosa,
obra en nosotros todo el tiempo
y es parte de quienes somos.
Visualicemos que
ese poder sanador divino
nos llena y nos fortalece
en mente, alma y cuerpo.
Y nos vemos sanos.
Respiramos profundamente,
soltando al exhalar
las toxinas de nuestros cuerpos.
Mantenemos en nuestras mentes
solamente pensamientos
que afirman nuestra vida.
Al hacer estas cosas y más,
somos Uno con la
Luz Sanadora de Dios
que nos renueva y revitaliza
constantemente.