La actividad de preocuparse sólo es posible en ésta dimensión donde
existe el tiempo. Si no existiera el tiempo, sería imposible estar
preocupados. Sin embargo, podemos aprender a situarnos en el presente
para atenuar drásticamente el hábito de preocuparnos.
Te preocupas cuando tienes al frente la posibilidad de
experimentar algo que no quieres, algo que no te gusta, algo que no
quisieras que te pase. Todo esto sucede porque haces una proyección
desagradable de cómo podría ser tu vida en un futuro cercano o lejano.
Si hicieras una proyección benéfica para ti, te sentirías bien. Pero la
preocupación consiste en hacer una proyección de algo que quieres
evitar, porque lo consideras no benigno o doloroso para ti.
El hábito de preocuparse tiene tres aristas bien importantes.
Por una parte, si tienes la posibilidad de hacer proyecciones
para tu vida, puedes elegir hacer proyecciones favorables, agradables o
desagradables y fatalistas. Aprendemos a proyectar cierto tipo de
pensamientos desde la infancia. Si nuestros padres practicaban la
proyección fatalista, existen muchas posibilidades de que tú también lo
hagas.
No estás obligado a seguir haciendo algo que te hace sentir mal.
Puedes optar por cambiar el tipo de proyecciones que haces, eres libre
para hacerlo. Nadie puede impedir que elijas el tipo de proyección que
decidas hacer.
Además, tienes que recordar que esas proyecciones constituyen la
manera de crear nuestra realidad. Tu vida depende del tipo de
proyecciones que haces. Aun, estando en medio de muchas dificultades,
tienes la alternativa de pensar en milagros. Piensa ¿Qué milagro
quieres?
Tienes que considerar que tu proyección fatalista puede tener muy
bajas posibilidades de producirse. Pero, aunque ya estés experimentando
la situación que no te gusta, entonces, es hora de hacer algo al
respecto. El solo hecho de pensar en algo no termina por resolverlo. La
preocupación consiste en rumiar el hecho y no disponerse a actuar y
trabajar en ello.
Por otra parte, alimentas las preocupaciones cuando sigues
postergando la solución. Cuando encuentras la solución, el problema
desaparece. Dicen que la preocupación desparece cuando nos ponemos a
trabajar en el asunto que nos preocupa, pero ¿cómo puedes hacer eso
cuando no sabes qué hacer?
Aquí hay un eslabón perdido, porque al no saber cómo resolver, no puedes dejar de preocuparte por el inminente desastre.
Una buena manera de detener el desgaste de energía en preocuparte
consiste en que te dediques de lleno a la solución de lo que te ocupa,
aun sin saber como lo resolverás.
¿Cómo se hace eso?..Es bien fácil.
Cierra los ojos. Diseña la mejor salida posible del problema y acepta la solución dentro de ti.
¿Existe una solución?…posiblemente que si. Quizás existan muchas
soluciones. Elige la que más te gusta e incorpórala dentro de ti.
Para incorporar esa solución dentro de ti, solo tienes que
aceptarla. A la preocupación no le gusta saber que existe una solución
porque entonces deja de existir.
Tu preocupación se genera en el camino mientras llegas a la
solución. Entonces, va a desaparecer en cuanto sientas en tu corazón que
tienes acceso a una solución. Al aceptarla dentro de ti, aun, sin haber
llegado a resolver tu problema en la realidad fisca, la habrás resuelto
en tu realidad energética que es donde todo es creado.
De esta manera terminas con la distancia en tiempo que se requiere para crear preocupación.
Si no puedes hacer esto…..tienes que ver qué es lo que te impide
aceptar la solución dentro de ti, para que luego se manifieste en tu
realidad física.
Podríamos decir que si tienes el hábito de preocuparte es porque tienes el hábito de rechazar las soluciones dentro de ti.
Patricia González
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