miércoles, 20 de mayo de 2015

NO HAY CASTIGOS...

No Hay Castigos. Sólo El Tiempo, Y Los Resultados De Nuestras Acciones.
Dios ha guardado toda Su Sabiduría en nuestro interior.
No hay palabra escrita en un libro sagrado que pueda ser más sagrada que el sentimiento que nos vincula al Creador y a nuestros hermanos. De hecho, los libros sagrados lo son porque plasman tan fielmente como pueden las realidades perennes del corazón humano. Los sabios han tenido que mirar adentro antes de poder escribir afuera. Cualquier intento por nuestra parte de imponer lo exterior a lo interior violará las mismas cualidades que quiere fomentar. No hay acción, palabra, ni pensamiento que vaya verdaderamente fuera de nosotros.
Todo lo que hacemos, nos lo hacemos a nosotros mismos. Todo lo que hacemos, lo hacemos a nuestros hermanos, y a nuestro Creador. Nada está hecho con una energía que sea diferente a aquella que nos crea y de la cual estamos hechos.
Podemos respetar la pureza de esa energía, y el resultado será la felicidad, la paz y la abundancia.
Hay acciones que vician la energía de la cual estamos hechos. No quedan fuera de nosotros, pero durante algún tiempo parecen estar fuera. Es sólo cuando regresan en forma de efectos y resultados, que nos damos cuenta de que están dentro de nosotros y que somos nosotros mismos los receptores de nuestras dádivas.
Sólo hay resultados. No hay premios. No hay venganzas. No por parte de la Sabiduría y el Amor Divinos.
Si hemos faltado contra nosotros o nuestros hermanos obtendremos un resultado. Pero será un importe exacto, no una venganza eterna.
Una acción que no está fundamentada en el Amor no es una acción verdadera.
Pero mientras estemos viviendo de forma dolorosa, no podremos menos que experimentar los resultados de las ilusiones en las cuáles queremos creer.
Dios es tan amoroso que nos permite darnos cuenta de la acción viciada en el momento de cometerla. Aún más, antes de llevarla a cabo. Podemos argumentar que lo que nos quita la paz viene después. Pero es sólo después que resulta completamente evidente. Si prestamos atención, nos daremos cuenta de que las acciones que produjeron resultados dolorosos, fueron dolorosas desde el momento de su ejecución.
Así que no estamos solos en nuestro aprendizaje.
Podemos decidir, sí. De eso se trata nuestro aprendizaje. Pero el baluarte de nuestro aprendizaje es que nunca podremos divorciarnos de la fuente que nos creó, por más que nos alejemos de ella. Y eso es porque nunca podremos dejar de ser lo que somos, por más que hayamos aprendido formas de ocultarlo. Nunca podremos cambiar el hecho de sentirnos lastimado por los daños con los que agraviamos a nuestros semejantes, no importa cuán insensibles nos hayamos tornado a ese sentimiento.
No estamos solos. Nos acompañan nuestro Creador, y nos acompañan nuestros hermanos. Y siendo el Amor siempre expansivo, resulta una bendición tener a tantos hermanos de una misma comunidad para compartir ESO que somos. Resulta una bendición que el Creador nos haya regalado un vínculo infalible que nos recordará por medio del dolor las cosas que hay que cambiar. Porque lo que somos no nos daña. Nos daña lo que creemos ser. Así como el Amor no se daña a sí mismo, porque dejaría de ser el Amor; así también podemos estar seguros de que si algo nos ocasiona sufrimiento es porque va en contra de nuestra Realidad Interior. Y que al dejarlo, sólo pueden esperarnos la Paz y la Felicidad. Al abandonar lo que no somos, sólo puede quedar puro e intacto aquello que sí somos.
No hay acción ni pensamiento alguno que pueda verdaderamente separarnos de Aquel que nos sustenta y en el Cual estamos unidos.
Hay residuos del miedo al castigo divino, a “la ira”, “el reproche” o “la venganza” divina en nosotros. Nos imaginamos un dios voluble y caprichoso porque nosotros somos así. Creemos que dios actuará con mala voluntad contra nosotros, como lo hacemos nosotros mismos, sólo que con poder infinito. En algunas personas, este miedo no es sólo un residuo, sino la base sobre la cual toman todas sus decisiones.
Abandónalo mi hermana. Abandónalo mi hermano.
Quien Te ama no quiere tu sufrimiento.
Sólo pedimos que seas responsable. No que seas culpable.
La diferencia es evidente.
El ser responsable implica, sólo, que al experimentar dolor reconocerás que te corresponde a ti el soltarlo. Implica, sólo, que no repetirás las acciones que has reconocido como creadoras de dolor.
Ser culpable implica que necesitas un castigo. Ser culpable es una evidente estupidez. Porque significa que crear más dolor es la forma de equilibrar la balanza por haber creado dolor.
Y el dolor se vence con Amor. El dolor no se vence con dolor. El dolor sólo fortalece al dolor. De la misma manera en que el Amor sólo fortalece al Amor.
La medicina debe curar. Y la curación se siente como alivio.
Si has colocado mucho dolor en un fiel de la balanza, colocar mucho amor en el otro fiel es la forma de lograr el equilibrio. La forma de volver a la armonía, a la felicidad, al bienestar.
Estamos enfermos. O estamos sanando. Nosotros elegimos.
Una nos lleva a permanecer así. La otra nos lleva a sanar. Y hace que todo en el presente sea más gozoso. El sufrimiento no nos tomó a nosotros. Nosotros lo tomamos a él. Si ya no lo queremos basta con que lo soltemos. Basta con que soltemos las acciones que se manifiestan con frutos amargos, porque eran amargas desde sus semillas.
Somos medicina. Ofrécela en tus palabras, en tus acciones, en tus pensamientos.
Hazte responsable de tu vida. Hazte responsable de tu huerto y de los árboles que crecen en él. Hazte responsable de las semillas que siembras. Hazte responsable.
Pero no te sientas culpable por nada. No temas al Creador.
Abraza el Amor. Siembra árboles de Amor. Ofrece Amor a tus hermanos.
Vive libre. Abraza tu libertad. Ofrécela a tus hermanos.
Recibe un abrazo fraternal.
El Loco

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