Nuestra conciencia puede igualarse a un iceberg. Hay una parte de
nuestra mente de la que somos totalmente conscientes y reconocemos sin
problemas, que sería la zona visible. La otra parte es el inconsciente,
que incluye los procesos mentales, sentimientos, recuerdos e ideas que
ignoramos pero que se pueden manifestar cada día sin que lo sepamos.
Muchos
de estos procesos pueden ser negativos para nosotros, como ciertas
formas de interpretar los sucesos de nuestro alrededor. De hecho,
existen patrones de pensamiento que pueden hacernos muy infelices y que
en Psicología se conocen como “distorsiones cognitivas”. A continuación,
vamos a ver qué hábitos inconscientes son los que nos provocan malestar
y contribuyen a hacernos infelices y cómo solucionarlos:
- Formas negativas de interpretar las cosas.
Lo
que sucede a nuestro alrededor simplemente son hechos que pueden ser
tomados de mil maneras diferentes. Lo que es curioso es que un mismo
suceso puede verse de forma negativa o de forma positiva.
Las personas infelices tienen el hábito de considerar los hechos que ocurren a su alrededor de forma que les causan malestar innecesariamente. Y, es más, es un patrón de pensamiento muy automático, inconsciente, y, por tanto, complicado de controlar. Algunos ejemplos de estas interpretaciones serían:
Las personas infelices tienen el hábito de considerar los hechos que ocurren a su alrededor de forma que les causan malestar innecesariamente. Y, es más, es un patrón de pensamiento muy automático, inconsciente, y, por tanto, complicado de controlar. Algunos ejemplos de estas interpretaciones serían:
– Esperar consecuencias malas de
cualquier suceso inesperado o nuevo (“voy a conocer a la familia de mi
pareja, seguro que hago algo inapropiado”). Esta manera inconsciente de
pensar acaba afectando al estado de ánimo, aumentando la ansiedad y el
malestar, lo que puede acabar incrementando la probabilidad de que
nuestros miedos se cumplan. Lo adecuado es afrontar las situaciones
novedosas con apertura y actitud positiva, sin importarnos si las cosas
van a salir bien o mal, sino tratando de sacar el máximo provecho de
ellas.
Esa actitud se reflejará en lo que decimos y lo que hacemos. Así, estaremos más tranquilos, despreocupados y más cerca de nuestros objetivos.
Esa actitud se reflejará en lo que decimos y lo que hacemos. Así, estaremos más tranquilos, despreocupados y más cerca de nuestros objetivos.
– Exagerar y magnificar los aspectos negativos de las
cosas y olvidar los positivos: tenemos la absurda costumbre de
centrarnos en lo malo, darle vueltas y resaltar todo lo te hace sufrir
esa situación. Sin embargo, siempre hay cosas positivas en casi todos
los ámbitos de nuestra vida (por ejemplo: seguir saludables, tener éxito
con nuestra pareja, una relación bonita con nuestros hijos, etc.) que
tienden a olvidarse. ¿Y si recordáramos todas las cosas valiosas que hay
en nuestra vida o hemos conseguido? ¿Y si tuviéramos en mente todas
esas veces que luchamos y salimos airosos en vez de nuestros fracasos?
Evidentemente, estaríamos siendo más felices sin perder la sinceridad
con nosotros mismos.
– Visión extrema (“todo es blanco o negro”): o
clasificar nuestras vivencias como “buenas” o “malas” sin darnos cuenta
de lo complejo que es el mundo y todo lo que sucede en él. Muchos
eventos pueden situarse en puntos intermedios, sin tener que valorarse
de forma tan positiva o negativa. No es imposible cambiar nuestra forma
de interpretar las cosas. Lo primero para ello, es ser conscientes de
cómo nos tomamos las cosas que nos ocurren y empezar a sustituir el
pensamiento que nos hace infelices por otro más ajustado a la realidad y
que genere menos malestar.
- Lo que nos decimos a nosotros mismos.
Este
punto es muy parecido al anterior, pero quiero resaltar aquí
concretamente cómo tratamos a nuestra propia persona. A veces se nos
olvida que somos seres imperfectos pero valiosos, capaces, que tenemos
días malos y buenos, y que debemos hablarnos con respeto y cariño.
Analiza
qué es lo que te dices a ti mismo y huye de los pensamientos
inconscientes que se vuelven automáticos del tipo: “debería ser mejor”,
“tengo que trabajar más”, “debo ser la madre perfecta”, “siempre lo hago
todo mal”, “ojalá no fuera tan torpe”, “ya estás pensando otra vez en
lo mismo”, etc.
Estas cosas que nos decimos llevan implícitas
ansias de perfeccionismo y demasiadas exigencias que nos desbordan y nos
provocan estrés. Por eso es importante conocer nuestro propio valor,
asumirlo y darnos cuenta de que debemos ser más comprensivos con
nosotros mismos.
Así, podríamos cambiar estos pensamientos por
otros como: “esto me ha salido mal, pero yo tengo muchas cosas buenas,
quizás en la próxima va mejor”, “me siento orgullosa como madre”, o “hoy
estoy cansado, voy a tomarme las cosas con más calma”.
- Centrarnos en el pasado o en el futuro y no vivir en el presente.
Un
error muy común es no pensar en el presente, sino gastar mucho tiempo
pensando en cosas que ya pasaron o que se cree que ocurrirán el futuro.
Preocuparse por lo que va a suceder puede provocar mucho estrés y además
no tenemos seguridad real de que lo que pensamos vaya a pasar o no.
Como vemos, esto es una tarea inconsciente que resulta inútil e incluso
nos hace sentir mal.
Otro error es la idea de “podré ser feliz
cuando consiga pareja”, o “cuando pierda peso, comenzará mi felicidad”.
Ya que estás proyectando tu felicidad a un hecho futuro, ignorando que
hoy por hoy, puedes sentirte feliz de otras formas y valorando otras
cosas buenas de tu vida actual.
Lo único seguro que tenemos es que
estamos viviendo en el presente, en el aquí y en el ahora. El pasado es
algo que ya ocurrió y no podemos cambiar, y el futuro no lo
conocemos. Por este motivo, nuestra conciencia debe estar orientada a lo
que estamos viviendo en este preciso momento: ahora estás leyendo este
texto, y es aquí donde deberías tener toda tu atención y enfocar tus
pensamientos.
Actualmente muchas personas están entrenando esta
capacidad de vivir el presente gracias a una técnica de meditación
llamada atención plena o mindfulness. Existen estudios que confirman que
esta técnica produce un mayor bienestar psicológico, por ejemplo, este
meta-análisis.
- Pensar que debemos estar siempre felices y estar triste es malo.
Es
obvio que en la vida no siempre todo es como queremos: hay momentos
duros que ponen a prueba nuestra fortaleza, fracasos inesperados,
pérdidas, errores. Lo importante es concienciarnos de que esto forma
parte de la existencia y reconocer que tenemos que vivirlo, no evitarlo.
Tendemos
a tener la idea incorrecta, de forma inconsciente, de que tenemos la
obligación de sentirnos siempre bien. Parece que siempre debemos
sonreír, ser amables, estar activos… y no nos permitimos a nosotros
mismos sentir rabia, dolor o ponernos a llorar. Esto hace que reprimamos
nuestras emociones negativas, es decir, que las encerremos bajo llave.
Sin darnos cuenta de que siguen ahí y no expresarlas puede afectar
nuestra salud física y mental.
- Intentar borrar u ocultar nuestros recuerdos traumáticos.
Unido
a lo anterior, una capacidad propia de nuestro inconsciente es borrar u
ocultar aquellas experiencias del pasado que han sido traumáticas o
desagradables para nosotros. El objetivo de esto es protegernos
temporalmente de ese dolor, fingiendo que no ha pasado.
Pero el
recuerdo está almacenado en algún lugar recóndito de nuestra memoria y a
veces se produce una lucha en la que intenta salir y nosotros no le
dejamos, contribuyendo a nuestra infelicidad. ¿Cómo se superan estas
memorias? El truco está en recordarlas. Es algo doloroso, pero que es
necesario vivir para aceptarlas, asumirlas, aprender de ellas y,
finalmente, superarlas.
- Quedarnos pensando sobre los problemas y no actuar para resolverlos.
Esto
es algo que no nos damos cuenta, pero es muy común. Recuerda cuando
tienes cualquier problema cuánto tiempo dedicas a pensar una y otra vez
sobre éste y realmente cuántas cosas haces para solucionarlo. La mayoría
de las veces dedicaremos horas y horas a pensar sobre ello o
comentárselo a nuestros amigos o familia, generándonos una gran cantidad
de preocupaciones y malestar.
Lo ideal es centrar el pensamiento
en la solución, estudiar las alternativas posibles y ponerse en marcha
cuanto antes. Es la única manera de afrontar los problemas.
- Actuar al servicio de las emociones que tenemos en cada momento.
Nuestro
inconsciente es aparentemente incontrolable e instintivo, por eso se
vincula con nuestras emociones más primarias. Hay momentos que los
cambios emocionales pueden jugarnos malas pasadas, como tener un ataque
de ira contra alguien ajeno a tus problemas.
Por eso, debemos
aprender a controlar nuestras emociones y no dejar que éstas nos dominen
a nosotros. Está bien que no nos censuremos y nos permitamos sentir,
pero controlar en medida de lo posible cómo expresamos esas emociones
para que sean adaptativas.
- Compararse con otras personas.
Hay
momentos en los que inconscientemente sentimos envidia o celos de los
demás, ya que percibimos que éstos tienen cosas buenas que nosotros
pensamos que no tenemos. Estas comparaciones constantes son típicas de
personas que no son felices.
Esto provoca a la larga una
importante frustración con uno mismo, y desprecio hacia los demás. Hay
que ser realista y reconocer tanto las propias virtudes como defectos
como las de los demás. A través de nuestro punto de vista, puede que la
vida de otras personas se vea de forma distorsionada e irreal.
Por
ejemplo, puede parecer que la vida de los demás es mucho más
satisfactoria que la nuestra, pues sólo conocemos lo positivo e
ignoramos sus problemas. Posiblemente las personas que envidiamos tengan
o hayan tenido problemas y dificultades que ni siquiera nos imaginamos.
Por eso, envidiar a los demás o sentirse mal por no ser como ellos es
una pérdida de tiempo.
-Por Cinta Martos Silván-
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