Aceptar, atravesar el dolor y confiar para poder soltar
Soltar
internamente significa dejar partir, dejar de aferrarnos a situaciones
que nos hacen daño, personas que ya se han ido, objetos, pertenencias,
roles sociales, patrones condicionados de comportamiento, relaciones,
emociones, expectativas…
Soltar conlleva una pérdida emocional, y
en muchos casos una renuncia. Supongamos que hablamos de una situación
que resulta limitante: Un trabajo que no te permite crecer
profesionalmente pero te ofrece estabilidad económica.
En primer lugar acepta que las cosas no son como te gustarían, que ya no hay nada más que puedas hacer para cambiarlas.
En segundo lugar acepta que al soltar renuncias a esa ganancia que estás obteniendo. Renuncias a esa parte que sí quieres, para poder dar el siguiente paso: crecer profesionalmente y realizarte.
Las desventajas de la situación hacen que quieras soltar pero, ¿cómo soltar las grandes ventajas que hacen que te apegues?
Es
difícil que puedas soltarlas sin dolor, y digo dolor y no sufrimiento.
Soltar sin sentir dolor no siempre es posible, porque al soltar algo
también sentimos que dejamos ir un pedazo propio: los sueños, las
esperanzas, las expectativas, la seguridad, el deseo de compartir con
esa persona que ya no está a nuestro lado. ¿Cómo confiar que volverás a
encontrar esas ventajas en otro sitio?
Has de desapegarte de las
ventajas también, soltarlas y encarar el futuro con ojos de niño: la
experimentación, el disfrute con el proceso, dar la oportunidad a la
vida de que te sorprenda.
Atravesar el dolor es la tercera fase necesaria del proceso, es el duelo del que ya hemos hablado. La confianza sería el siguiente paso.
Confiar
como el árbol que confía en que las hojas volverán a salir la próxima
primavera. Confiar para entregarte a la desnudez, al vacío sin miedo. Al
respirar sueltas el aire sabiendo que seguirá estando ahí para que
puedas inhalarlo, pero colmado esta vez de oxígeno renovado y vida. No
es el mismo aire, pero al mismo tiempo sí lo es.
Esta una decisión
personal: ¿confiar o vivir con miedo? Recuerda que atando a ti aquello a
lo que te apegas, también te atas tú. Ese castillo que construiste en
el que te sentías seguro, ahora es tu prisión. Sin duda cuesta más
soltar que seguir aferrada/o a lo que crees es tu tabla de salvación.
Sabes que sería lo mejor para ti, pero sientes todo lo contrario y
sigues aferrándote ¿Qué está pasando?
Soltar los patrones condicionados
Si
hay algo especialmente difícil de soltar son los patrones, los
condicionamientos, los hábitos enquistados, las defensas. Cuando la vida
activa tu vulnerabilidad, tus heridas, y reaccionas visceral e
impulsivamente, están saltando tus mecanismos de defensa. Las
discusiones irracionales, las emociones negativas, la intensidad, el
drama. ¿Te suena de algo? Son tus patrones que se están poniendo en
marcha, esos mecanismos que has construido, en la mayoría de los casos
durante la infancia, para sentirte segura/o.
¿Qué parte de ti
tiene más dificultades para soltar? ¿Quizá tú parte emocional,
irracional, impulsiva? Es esa parte denominada niño interior que se
apega como mismo necesitaba apegarse a mamá para sentirse seguro. ¿Para
qué te estás aferrando aquí y ahora?
Quizá ya hayas aprendido a
identificar tus patrones a través de un proceso terapéutico, u
observándote con presencia en tu vida diaria. Sin embargo, puede que
sientas que se siguen disparando en esos momentos en los que te sientes
especialmente herido/a. Cuanto mayor es el momento de vulnerabilidad con
mayor intensidad intenta ponerse en marcha tu mecanismo de defensa. Es
la compulsión.
Cuando uno se niega a repetir los patrones de
comportamiento que le generan seguridad, aparecen las compulsiones,
tendencias del comportamiento derivadas de la angustia cuya única
función es restablecer el equilibrio que genera seguridad al niño
interior.
Cada vez que intentas salirte de los mecanismos de
defensa que te aportan seguridad, tu niño interno se asusta, se
angustia, y comienza a comportarse compulsivamente intentando recuperar
aquello que le hace sentir seguro.
Si aparece la compulsión quizá
sea el momento de hacer algo constructivo, transformar la energía de
acción de la compulsión en energía de crecimiento.
¿Cómo soltar los condicionamientos?
1-En
vez de ponerte a la defensiva habla de tu vulnerabilidad: “Tal día, a
tal hora, me sentí herida/o con tu comportamiento pues tuve la sensación
de que no me tenías en cuenta, de que no soy importante para ti. Al
mostrarte desde la vulnerabilidad y no desde tu mecanismo de defensa
permitirás que el otro también baje las armas y podáis daros la
oportunidad de comunicaros con amor.
2-Escribe tus diálogos
internos entre tu niño emocional – irracional y tu adulto amoroso, que
le acoge como una madre comprendiendo su dolor. Abrazándole y diciéndole
que el amor verdadero, y del que parten los demás, es este: el que
sientes por ti mismo. En tu abrazo interior es donde podrás sentirte
seguro, reconocido, amado incondicionalmente. Sin este amor, no podrás
amar al otro ni recibir el amor del otro. Quizá tu niño interior dice:
“si él/ella no me quiere no valgo nada, si no consigo este trabajo nadie
va a quererme, si no soy fuerte y me muestro débil no van a aceptarme,
no puedo estar sólo, o tengo que ser el centro de atención todo el
tiempo”¿Qué le contesta tu adulto-padre-madre interno?
3-Aprender a hablar con tu niño interior, comprender cuáles son sus necesidades y cómo dárselas.
4-
Meditar: quédate sentado sin hacer nada, siente el dolor. Renuncia a
reaccionar. Respira, cada vez que sueltas el aire espiras tu mecanismo
de defensa, visualiza cómo cada vez está más lejos. Cada vez que tomas
el aire inhalas seguridad. Siente como una parte de ti se va con aquello
que sueltas. Como una parte de ti se desgarra ante la angustia de lo
desconocido. Permanece ahí, nada que venga de fuera puede hacerte sentir
verdaderamente segura/o.
- Practica con cuatro palabras de poder: Lo siento, perdóname/te perdono, gracias, te amo. Estas palabras te apoyarán en el proceso de soltar, te ayudarán a comprender y a atravesar el dolor.
Lo siento: por el daño que te he hecho, por no haber sabido reaccionar de otro modo, por mis miedos, por mi resentimiento.Perdóname por
haberte hecho daño con mi inconciencia, por haberte atacado intentando
defenderme. Te perdono, por no haber estado a la altura de mis
expectativas, por no darme lo que esperaba, por ser distinto a como yo
quería, por haberme hecho daño con tu inconsciencia, con tu
resentimiento, con tus miedos…Gracias por lo que sí me has dado,
porque estás siendo una oportunidad para crecer, por el tiempo que hemos
compartido, por lo que hemos construido, por lo que me has aportado.Te amo,
estemos juntos o no. Este amor emana del amor que siento por mí
misma/o. Sigue tu camino que yo seguiré por el mío. Buen viaje.
A
fin de cuentas todo barco ha de soltar amarras para poder emprender un
nuevo viaje. Soltar es un proceso, cuando las hojas están listas
simplemente se caen del árbol. Recuerda: aceptar, atravesar el dolor,
confiar y convertir la compulsión en algo positivo. Cada vez que
sueltas, algo se renueva en ti, rejuvenece en ti.
Suelta, y experimenta la libertad de haberte soltado tú también.
Adriana Mireles
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