Todo empieza
en un instante, en un segundo. Inmediatamente, la persona entra en un clima de
tensión física, de estrés, que es una reacción frente a lo imprevisto. En
el instante del golpe, no siempre tiene, inmediatamente disponible, solución
concreta y consciente. Si no tengo solución, mi inconsciente inventa una
oportunidad suplementaria de supervivencia: a esto se le llama un
síntoma. Para transformarse en síntoma, el golpe debe responder a cuatro
criterios:
- Dramático (drama pequeño o drama importante). Es un torbellino que coge al ser, lo pone en estrés.
- Inesperado. El golpe no es algo que se ve venir. Es una sorpresa desagradable a la cual no se está preparado; o se estaba esperando la situación, pero no el vivirla de este modo.
- Vivido en el aislamiento. Un silencio emocional envuelve el conflicto. Por una razón u otra, lo experimentado ligado al golpe, está vivido en el aislamiento. Los demás conocen la situación, a veces, pero no conocen nuestro experimentado. Mientras se hable del acontecimiento sin hablar de su experimentado, no hay curación. Hay temperamentos que no expresan sus problemas por educación, porque quieren salir solos del problema, para no molestar a los demás, o porque tienen la creencia de que no se deben sacar los problemas al exterior…
- Sin solución durable satisfactoria. Incluso si el conflicto es dramático o tiene poca importancia, debe resolverse. Este drama, inesperado, pone lo vivo en un estado de inestabilidad. La naturaleza busca una solución de equilibrio en todo instante. Si por lo tanto no se halla solución consciente y voluntaria, es la biología la que se encarga de hallar una solución, inconsciente e involuntaria.
Si se toma
algún tiempo para escuchar, se puede oír una palabra no dicha, un sufrimiento,
un traumatismo que se ha encarnado en su cuerpo. Después de un golpe, el
cuerpo entra en la primera fase de la enfermedad, la fase de reacción al
estrés. El objetivo de esta primera fase es dirigir lo vivo hacía una solución
duradera. El papel del estrés es orientar el individuo hacía la búsqueda
de dicha solución.
Con la
llegada de esta solución, lo vivo pasa inmediatamente en una segunda fase,
donde ya no hay conflictos, ya no hay problemas, ya no hay dramas: fase de
reconstitución, descanso, reparación durante la cual la persona puede tener
síntomas de cansancio o inflamación.
Una tercera
fase aparece por fin, la de la resolución definitiva del conflicto, de la
vuelta integral a la salud.
¿Por qué
desarrollamos unas enfermedades y no otras?
Fue un
médico, el Dr. Hamer, quien tuvo esta originalidad de partir de la fisiología
para descifrar las enfermedades. Cada sistema está definido por una
función general.
-El sistema digestivo: el
alimento representa de algún modo el mundo exterior que hay que asimilar.
¿Acepto o no lo que me viene del mundo exterior?
-El sistema respiratorio
es relativo a la libertad, al espacio y a la seguridad: necesito un
territorio, un espacio de libertad y de seguridad.
-El sistema renal
(riñones, uréteres, vejiga) está vinculado a todo lo que es relativo a los
puntos de referencia: la importancia de situarse en el espacio, de
marcar su territorio.
-El sistema locomotor,
(huesos, músculos, tendones), está implicado por el sentido, el valor, la
utilidad de las cosas. La pregunta es: ¿cuál es mi motivación para hacer
esto?
-El sistema cardiovascular
(corazón, arterias, venas, sangre) se cuida de la transmisión del oxígeno en
cada parte del cuerpo, y de la eliminación de los residuos. Es la imagen de la
casa, de la propiedad, del territorio por adquirir y luego conservar. La
pregunta es: ¿Cómo conservar mi propiedad?
-El sistema sexual
(gonadas, útero, cuello del útero, próstata) está naturalmente vinculado con la
transmisión de la vida, la perennización de la especie. Se trata de proyecto
a muy largo término.
-El sistema sensorial
administra la relación con el mundo exterior. Se trata de coger todas las
informaciones útiles a mi seguridad.
-El sistema hormonal
(endocrinología) puede considerarse como un primer cerebro. Las hormonas
circulan en el cuerpo y transmiten información. El cerebro comunica con los
órganos bien por las neuronas (información rápida y breve), bien por las
hormonas (información más lenta, pero que se mantiene más largo tiempo).
-El sistema inmunitario,
encargado de hacer la distinción entre el yo y el no – yo. El no – yo agresivo,
exterior, químico, los gérmenes que no se pudieron identificar durante la
infancia, en resumen todo lo que no es yo. Después hay que hacer perdurar este
saber. Noción de proyectar su yo a largo plazo.
Consejos
destinados a mujeres y hombres que padecen una patología importante y que han
elegido recobrar la salud.
-Nunca cedas
al pavor.
-Estate
atento al propio “experimentado emocional” ( y a los sueños) a fin de detectar
el menor conflicto nuevo, y hablarlo inmediatamente, normalmente.
-No te
identifiques más con las personas (a menos que hayas decidido quedarte
enfermo y perder toda eficacia).
-No te
culpes más (por lo tanto ¡dejar de ser orgulloso!)
-Evita estar
solo.
-Pero elige
tu entorno: evita a los que tienen miedo, se desvalorizan, desestabilizan, no
han entendido los principios de la salud.
-Protege y
favorece cualquier contacto confortante para hablar de proyectos o de todo lo
que va bien.
-No te
sientas juzgado; el otro no habla de ti, sino de él (no seas orgulloso).
-El
diagnóstico tiene la importancia que tú les des. Tú es dueño de la curación.
-Sólo cuenta
el conflicto.
-Cualquier
curación es un nuevo aprendizaje con consecuencias emocionales y jamás
puramente
.-Privilegia
cualquier reposo
-Come
sanamente pero sin complejos ni malestar, cualquiera que sea el tipo de
alimentación elegido (nuestra creencia de tener una buena alimentación nos cura
más seguramente que lo que se halla en el plato).
-No
te extrañes de pequeños o grandes trastornos necesarios para la curación
(fiebre, dolores de cabeza, infección, crisis epiléptica, cansancio,
hipoglicemia…).
¿Y si la
enfermedad no estuviese aquí para ser curada sino para curarnos?
Del libro “Mi
cuerpo para curarme” de Christian Fleche
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